¡Ay! A mí se me da fatal el yoga porque no soy flexible”, “Bueno, lo pruebo. Pero ya te digo que tengo cero flexibilidad”. ¿Lo has oído o dicho alguna vez? Sí, ¿verdad? Se suele decir mucho, sobre todo cuando no tienes mucho contacto con el mundo del yoga; y es que es el gran mito del yoga y la flexibilidad.
Para empezar, en ningún estudio de yoga te van a decir que si tus caderas no son flexibles, por ejemplo, olvídate de venir a clase. ¿No tiene ningún sentido, verdad? Es todo lo contrario. Practicar yoga (asana) ayuda a mejorar tu flexibilidad, con lo cual, si tu cuerpo no es muy flexible, el yoga es 100% para ti.
Pero además, y lo que fue revelador para mí, ¿qué significa ser flexible, realmente? ¿A qué nos referimos cuando en yoga “trabajamos la flexibilidad”?
Normalmente, directamente pensamos en lo físico, en la flexibilidad del cuerpo. Soy flexible si llego a tocarme los pies en una flexión hacia adelante. Pero, ¿es eso lo que realmente define tu flexibilidad? ¿Tiene sentido esta respuesta desde un punto de vista yogui?
“Yoga” literalmente significa unión. Tratamos constantemente de unir, de conectar, cuerpo, mente y espíritu. Por lo tanto, si definimos la flexibilidad como la flexibilidad de nuestro cuerpo, estamos limitando esta capacidad y nos estamos olvidando de una parte muy importante: la flexibilidad de tu mente.
No se le da su lugar cuando, al fin y al cabo, es esa flexibilidad mental la que te va a ayudar en tu día a día, y seguramente, mucho más que la flexibilidad que te permite abrirte de piernas en Hanumanasana.